Este año estuvo dedicada al circo. No un circo cualquiera, entre inocentes malabaristas de aros gigantes y muñecos de puleche hubo espacio para una sutil alegoría de la vida. Pintada sobre un gran lienzo un pasayo sostenía un bebe, como si fuese una escena anacrónica del Nacimiento.
Muchos jóvenes servitas, los más menudos, y amigos se disfrazaron de circenses. Nos consta que se lo pasaron muy bien dispuestos a repetir el año que viene, si Dios quiere.
A todos los que colaboraron de alguna forma, por pequeña que sea en la elaboración de la carroza, muchas gracias.
